Esta frase es más habitual de lo que pueda parecer. Lo he escuchado muchas veces en una sesión de psicoterapia breve:

  • mi hijo no me gusta.
  • mi hijo no es lo que esperaba.
  • mi hijo me provoca desagrado.
  • mi hijo me da asco.
  • mi hijo es un desagradecido.
  • mi hijo es tonto.

Estas frases se pueden decir con muchos tonos de voz.

Se puede decir con desesperanza, con vergüenza, con ira, con desprecio, con voz de estar descubriendo algo, con un tono de aceptación…tantos tonos como biografías familiares.

 

MI HIJO NO ME GUSTA: LO ACEPTO.

 

Lo importante es decirlo. Como ya he dicho en otro artículo, es mejor reconocer siempre las emociones, aunque estas nos hagan sentir incómodos.

Expresar “la verdad” es tener un punto de partida para iniciar un cambio, si no somos capaces de admitirlo, será imposible llegar a buen puerto.

Seguro que te suena el tópico del alcohólico que no reconoce su problema, pues esto es parecido.

Hay padres y madres que no lo dicen abiertamente, pero se puede ver en sus caras, que sus hijos les crispan o que les despiertan ira o desprecio. No lo dicen porque no está bien visto.

¿Cómo voy a decir que mi hijo no me gusta? ¿Cómo reconocer que a veces fantaseo con no haber tenido hijos?

Estos padres y madres intentan reforzar a sus hijos, ser amables y justos, pero se les impone la emoción de rechazo. Hacen un teatrillo educativo donde se juega a educar, a escuchar, a entender, pero no es posible.

Estas emociones de rabia hacia los hijos se presentan con más frecuencia cuando empieza la adolescencia, aunque en ocasiones también antes.

 

MI HIJO NO ME GUSTA: NO ES LO QUE ESPERABA

 

Cuando estudiaba Psicología, un profesor psicoanalista -para más señas-, espetó a la clase una pregunta en un principio absurda, aunque después me di cuenta que estaba cargada de inteligencia.

Nada más empezar la clase nos preguntó: ¿Cuándo nacen los hijos? Nuestras respuestas fueron peregrinas y no vienen al caso.

Después nos dijo: Los hijos nacen antes de nacer.

No entendíamos nada. Ahora sí que no sabíamos por dónde nos daba el viento.

Nos explicó algo que puede parecer complejo, pero no lo es.

Los hijos e hijas nacen en nuestras cabezas mucho antes de nacer biológicamente, ya que todos construimos en nuestras mentes hijos soñados o ideales.

Los padres y madres, los que no quieren tener hijos y los que no pueden, en algún momento  hemos imaginado cómo nos gustaría que fuesen nuestros hijos.

Podríamos decir que hay una gestación mental previa a la concepción biológica.

Los hijos son imaginados y por tanto construidos emocionalmente en las psiques de los pre-padres y las pre-madres.

Todos tenemos hijos ideales que no se parecen en nada a los hijos reales.

En algunas escuelas de padres y madres, donde cuento esta historia del profesor que nos dijo que los hijos nacen antes de nacer, les cuento también que yo tengo un hijo.

Les cuento que tiene 15 años y que disfruta estudiando. Es un chico muy curioso y siempre se está haciendo preguntas.

Tiene el cuarto siempre ordenado y hace las tareas de casa sin que le tenga que decir nada. Es ordenado como lo soy yo, le encanta estar tranquilo en casa y ver una buena película. Le apasiona leer e ir a los museos.

Sigo inventando y exagerando hasta que el alumno más aventajado se da cuenta de que les estoy tomando el pelo.

Los hijos ideales no existen. Sí existen los buenos hijos, pero no son, los hijos soñados.

Un hijo sano, siempre debe decepcionar a su padre y/o madre, pero ese el título de un artículo que queda pendiente.

 

MI HIJO NO ME GUSTA: HA CAMBIADO

El niño ya no es un cachorro adorable, ya no se deja abrazar como cuando era pequeño, contesta y no obedece, nos pierde el respeto. Ya no huele a nenuco.

Quiere estar con otros adolescentes de su edad y los padres empiezan a ser unos viejos que no saben nada de la vida, aparece el impulso sexual y eso no nos gusta…

Los adolescentes cambian y a los padres les toca cambiar también el modo de relacionarse y de mirar a sus hijos e hijas.

Ya no es como antes y tenemos que aprender a mirar ese hecho desde la alegría.

El adolescente -A VECES- descarado, desagradecido, desobediente, despistado, despiadado, descastado y a veces despeinado…es el resultado de un proceso maravilloso propio de un desarrollo evolutivo normal.

Tienes un hijo adolescente normal. ¿A qué es genial?

Bendito sea el adolescente que reniega de los dogmas de sus padres.

Alabado sea el adolescente que tiene un vínculo afectivo tan fuerte con sus progenitores, que se siente seguro para poder transgredir las normas sabiendo, que sus padres le van a seguir queriendo. Alabado sea.

 

MI HIJO NO ME GUSTA: ES UN DESAGRADECIDO.

 

Tener un hijo es un sacrificio muy grande y a veces sentimos que ha sido una mala decisión traerlo a este mundo.

Se que cuesta decirlo y mucho más escribirlo, pero a veces tenemos sentimientos que nos incomodan.

Es sencillo sentirse a gusto cuando sentimos:

  • ¡Es lo más bonito que me ha pasado en la vida!
  • ¡Que como el amor que sientes por un hijo no hay otro!
  • ¡Por mi hija MA-TO!

Pero tener un hijo es un sacrificio muy grande.

Intenta leer los motivos con una sonrisa, estoy seguro que te ayudará a entender mejor lo que quiero decirte.

Un hijo o una hija:

  • Es muy caro. Comen muchísimo.
  • Ocupa esa habitación, dónde podrías tener un estudio de pintura o una biblioteca.
  • El embarazo cambia tu cuerpo (y puede suponer riesgos físicos y emocionales).
  • Provoca un alejamiento afectivo y sexual de la pareja sobre todo el primer año. Está estudiado y se llama la crisis del primer hijo.
  • Cuando es un recién nacido no te deja dormir, y cuando es adolescente no duermes porque no sabes dónde está.
  • Da preocupaciones para el resto de la vida. Quieres que esté sano, que sea feliz, que sea bueno, que encuentre una buena pareja, un buen trabajo…que no se meta en líos, que no se drogue etc.
  • Te hacen sentir inseguro, sobre todo cuando: soy un mal padre, soy una mala madre…
  • Nos anclan trabajos que aborrecemos, pero que son seguros y están bien pagados. Son los culpables de no poder tener otra vida.

 

Tener un hijo es un sacrificio muy grande y aun encima es un desagradecido. No nos agradecen todo lo que hacemos por ellos.

Las madres y los padres que dicen: Si yo no quiero que me den las gracias… Mienten. Les encantaría.

Los hijos no nos pueden devolver las horas de sueño, los desvelos, las preocupaciones, los miles de euros, esa habitación donde poder pintar o leer.

Por una cuestión que tiene que ver con la psicología evolutiva y con las teorías del desarrollo moral, los adolescentes y menos aún los niños pueden comprender el sacrificio que hacen los padres en la crianza. Es más, o menos a partir de los 21 años cuando el agradecimiento si se da, sería sincero.

Existen otros motivos menos obvios por los que se despiertan estas emociones de rechazo, que seguro que tiene que ver con tu historia particular.

Aunque en psicoterapia breve el foco no se pone en el origen de los problemas, sino en los mecanismos (actuales) que sostienen las dificultades, se puede en ocasiones descubrir otros motivos por los que los hijos a veces no nos gustan y que no recoge este artículo.

Como apuntaba lo más grave de esta situación no son las emociones de ira o decepción, es que esas emociones sean tan fuertes que te impidan educar a tus hijos de una forma correcta.

Concluyendo:

Si tu hijo te gusta ¡Genial! un problema menos. Disfruta.

Y si no te gusta tu hijo, algo habrá que hacer.

¿Hablamos?

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Un gran cambio siempre se inicia con un pequeño gesto.
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Soy Experto en Psicoterapia Breve Individual y de Pareja. Licenciado en Psicología en la Universidad Complutense de Madrid y Master en Sexología por la Universidad de Alcalá. Estoy acreditado oficialmente como Psicólogo Experto en Coaching (PsEC)® Nº 69 Madrid. Hago Psicoterapia Breve Centrada en Soluciones en consulta privada, doy clases y escribo. Si quieres más información estaré encantado de atenderte.

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