Decía Silvia Plath:
“Sal y haz algo. No es tu habitación la que es una prisión, eres tú mismo.”
La escritora no supo salir de su prisión. De esa celda que a veces es uno mismo. Se quitó la vida con 30 años. Sembró belleza antes de irse. Nos tocó el corazón.
No sabemos si seguir su consejo le hubiera salvado. Es una historia compleja. No pienso especular, ni frivolizar sobre ella.
REGRESO A LA ALEGRÍA, A LA VIDA.
Este artículo es una invitación a la acción y a la lucha.
Sabiendo que cada uno lucha a su manera.
HAZ
Quien quiera puede hacerse una camiseta con la palabra serigrafiada.
Pero lo más importante es que siga el consejo. De nada vale saber, si no hacemos nada con lo que sabemos.
Sal y haz algo. Lo que sea. Sal. Da igual la camiseta. Sal. Haz algo. Inténtalo, pelea, aunque sea un poco…
OS CUENTO…
A veces en Terapia Breve, después de 8 o 9 sesiones, hay que empujar un pelín a la acción, decir al cliente con una sonrisa muy cariñosa cuando empieza a repetirse:
- Sí. Me acuerdo… me lo dijiste.
- Sí. Lo he entendido. De verdad.
- Esta anécdota que cuentas es similar a la otra que ya me contaste ¿no?
- Ese dato ya lo tengo. Me lo contaste en la sesión cero, la gratuita.
Preguntar eso de:
¿Y ya has pensado qué vas a hacer?
Hay que sonreír con cariño, respeto y delicadeza.
Me ayuda pensar y saber que lo digo para facilitarle la salida de su bucle verbal.
Creo que es honesto decirle a alguien: “ya me lo has contado”. Sonará borde, pero no lo es.
Estoy ayudando a que se dé cuenta de que “hay que decir algo nuevo” o pasar a la acción …le digo que no gaste más tiempo y dinero en repetirse. #YAESTÁDICHO
Los clientes cuentan muchas cosas; alucinarías con la cantidad de cosas que se pueden contar en una hora de terapia, pero a veces en las primeras sesiones no terminan de decir lo que tienen que decir.
No es que lo hagan mal o “que sean muy pesados” es que el proceso en terapia suele ser así. La terapia es un proceso. Tiene fases, los procesos de cambio están estudiados. Los clientes lo hacen muy bien y yo sé lo que hago.
Necesitan repetirse y dar vueltas HASTA QUE DICEN LO QUE HAN VENIDO A DECIR.
LES CUESTA DECIR LO QUE TIENEN QUE DECIR, PORQUE NADIE QUIERE CAMBIAR
A terapia, entre otras cosas, se puede ir a decir algo que te cuesta horrores decir.
¿Y por qué cuesta tanto decir algunas cosas?
Porque CREES que te va a tocar cambiar, que estás obligado a cambiar tu conducta, tu rol, tu actitud, tu estrategia…porque todos buscamos cierta coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos.
Y nadie quiere cambiar. La gente decimos que sí, pero la gente se miente muchísimo. Ya lo decía el doctor House. ¡Qué listo era el tío!
Cambiar cansa mucho. Luego a medio plazo está bien…pero ¿quién piensa en el medio-largo plazo? #PORFAVORBAJADLAMANO #NADIEOSCREE #ERAUNAPREGUNTARETÓRICA #NOSEAISCANSINOS
Yo veo esa resistencia al cambio a diario. Es como ese árbol que siempre está delante de tu ventana.
¿Cambiar en agosto con el calor que hace?
¿Cambiar en enero con lo pronto que anochece?
¿Cambiar en primavera con lo bonito que se pone el Corte Inglés?
Y no solo tiene que ver con esas “excusitas” …
¿Cambiar yo? ¡Qué cambie el otro!
No puedo cambiar. Soy así.
Cambiar o no cambiar, esa es la cuestión.
DAR VUELTAS, FORMA PARTE DEL PROCESO
Damos vueltas y vueltas, para no cambiar.
Pensar, analizar… sirve a veces para no hacer.
No pasa nada; algunos pájaros necesitan dar vueltas en círculos hasta poder aterrizar.
Necesitamos girar, pero también hay un momento en que debemos parar el giro, bajar a la tierra.
Ir de la cabeza… a los pies, a las manos, a la tierra, a la conducta, a los hechos. No todo es reflexión, análisis, hipótesis…no todo son frases bonitas escritas en un papel. No todo es teoría. Y lo dice un fan de comerse la cabeza. Un flipado de lo cognitivo, de lo simbólico y de las ideas, pero también hay que hacer. No todo es pensar.
ATERRIZAS CUANDO DICES LO QUE TE COSTABA DECIR:
- SIENTO QUE NO DEBÍ CASARME. Llevo 10 años, casi desde el inicio, con la sensación de que me equivoqué cuando me casé.
- SOY FUNCIONARIO, Y NO QUIERO. Todos me dicen la suerte que tengo, pero yo me siento un desgraciado.
- TENGO 50 AÑOS Y DEPENDO DE LA APROBACIÓN DE MI PADRE. Realmente nunca he hecho lo que he querido, todo pasa por lo opinión a favor o en contra de mi padre.
- LLEVO 25 AÑOS SACANDO BUENAS NOTAS, NO SÉ HACER OTRA COSA. Te esfuerzas y te dan el premio…pero ahora en la vida, veo que esa regla no funciona.
- NO TENGO AMIGOS. No sé con quién puedo hablar cuando estoy triste, tampoco tengo con quien celebrar.
- SOY “ADICTO” AL PORNO. Tengo un problema. Siempre lo he tenido, soy compulsivo. Se me ha ido de las manos.
- ME AVERGÜENZO DE MI MADRE. No me gusta que beba tanto. No me gusta porque sé que no le hace feliz. Es por eso. No es feliz y no me gusta.
- ES PERFECTO, PERO NO ME EXCITA. No deseo sexualmente a mi pareja. Lo elegí porque venía de una relación tormentosa y era buena persona, trabajador…educado.
- NO ME GUSTA VER A MI PADRE CONTENTO. Mi madre está muerta. No quiero que tenga novia. Es horrible lo que digo, pero es así.
- UNA VEZ QUE CONSIGO ENAMORAR, ME ABURRO. Pierdo el interés y empiezo a encontrar miles de defectos.
- SÉ QUE NO VA A DEJAR A SU MUJER. Siempre seré “la otra” y en el fondo lo prefiero. Pero me siento cómoda en el rol de víctima. Me siento bien cuando se siente mal.
- NO ME QUIERO PARAR A PENSAR. Nunca lo he hecho, siempre he hecho lo que tocaba hacer. Me aterra escuchar mis deseos.
UFFF!!!
Lo dices y el giro va perdiendo velocidad. Paras la inercia, paras el bucle, rompes por un instante el círculo. Es como llegar a un destino. Tragar el bolo alimenticio.
Frases breves. Rotundas. Demoledoras. Esclarecedoras. Luminosas. A veces, extrañamente luminosas. Mis clientes, y los tuyos, si eres psicólogo/a, son sabios. Saben.
Frases cuya fuerza puede derrumbar el sentido anterior de tu vida. Te colocan frente al espejo. Lo has dicho y ya no hay vuelta atrás. Dicho está.
UFFF!!!! QUE HORROR, NO PUEDO DECIR ESTO
El poeta David Eloy dice en su poema Brindis:
La vida pasa derrumbando edificios.
Y sí, hay afirmaciones que cambian una vida. La derrumban. Otras conclusiones son menos demoledoras, pero tienen la capacidad de mover algunos cimientos.
A veces solo tenemos un sombrajo sujeto por cuatro palos. Decir alguna de esas frases puede significar quedarse a la intemperie. Sin “nada”.
A VECES SOLO SE MUEVEN LOS CIMIENTOS, QUE NO ES POCO
Alguien en una sesión dijo:
Me he dado cuenta de que cuando estoy con un hombre, pongo voz de niña…voz de pequeña.
Quizás esta frase no derrumbe una vida, pero te coloca en un punto de partida diferente.
La consciencia lo cambia todo. La consciencia te hace hacerte preguntas.
¿Quiero seguir poniendo esa voz? ¿Es mi sexualidad cómo yo deseo realmente?
Cuando DECIMOS LO QUE VENIMOS A DECIR, queramos o no, pasamos a Fase Conducta. Es irremediable. A veces entrar en esa fase es una putada. A veces lo parece, y no lo es, y otras lo es.
¿FASE CONDUCTA? EL ÚLTIMO TROZO DE LA BARRA DE PAN
Foto: Miguel Roa. Marruecos (2010)
Recuerda, que salvo en sexología y en duelo por fallecimiento, hago terapia breve: 15 sesiones como máximo. ¿Por qué limito?
Si limitamos el tiempo de la terapia, “por arte de magia” tú me cuentas LO QUE ME TIENES QUE CONTAR, y haces LO QUE SABES QUE QUIERES/TIENES QUE HACER.
El tiempo cuando hago terapia se divide en fases, primero invisibles y luego explicitadas. Las fases si todo va bien se suelen repetir.
TE CUENTO LAS CUATRO FASES
Haciendo una analogía nada glamurosa y alta en carbohidratos… si el proceso terapéutico es una barra de pan, el cuchillo corta el pan en cuatro trozos.
Si dividimos 15 sesiones entre cuatro fases, es igual a 3,75 sesiones por fase. Quería usar la calculadora, perdón. A veces llevo mal ser de letras #risas
El primer trozo es construir un vínculo entre el terapeuta y el cliente. Hay que aliarse “rápido”, hacer equipo, confiar el uno en el otro. Sin vínculo, todo está perdido. Si el cliente no entiende que su proactividad y cooperación es necesaria, apaga y vámonos. También que los dos valoremos si es una buena idea empezar el proceso. Si hay dudas, lo mejor es no iniciarlo.
El segundo trozo es el análisis, contar lo qué pasa y pensar sobre ello, elaborar alguna hipótesis. ¿Qué pasa? ¿Qué te duele? ¿Cuándo “sangra”? ¿Dónde está el lio? ¿Por qué ahora duele más? Etc.
En esta fase es importante contemplar focos de malestar, pueden ser más de uno.
El tercero es marear la perdiz. La perdiz debe ser mareada, no es una pérdida de tiempo. Es repetir lo qué se sabe. ¿Qué me ayuda? ¿Qué quiero? ¿Qué puedo hacer? ¿Hay opciones?
Esta fase es valiosa, es acercar al cliente a la zona de la conducta. Si se hace bien, se requieren dos o tres sesiones. Se decide por la opción mejor, se acepta lo que hay. Cuáles son los mimbres: ¿quiero hacer una cesta? ¿de qué tipo? ¿tengo ayuda?
De alguna manera es una etapa de preparación para el cambio.
El último y cuarto trozo de la barra de pan es la fase conducta. Toca hacer algo diferente. A TERAPIA SE VA A HACER OTRA COSA DIFERENTE ¿NO?
NO HAY UNA CONDUCTA CORRECTA
Las conductas son tuyas, tú las construyes, tú las implementas…algunas serán muy llamativas, otras más sutiles. Pero una vez que has dicho lo que “tenías” que decir, te toca hacer lo que consideres que quieres o debes hacer. Puede ser mucho, poco o nada. Eres mayor y responsable.
Has hecho terapia, ahora eres más consciente. Más listo.
A veces son conductas de aceptación de la realidad, otras de transformación, otras de demolición, otra de reparación de lo que está roto.
A veces toca huir, otras enfrentarse…a veces el objetivo de la conducta puede ser construir una frontera o un puente …no hay una conducta correcta. Quizás incluso te toque aprender a enfadarte, a conectarte mejor con tu ira.
Puedes esconder tu error o contarlo. Aceptar tu debilidad. Luchar contra ella.
Conectarte con lo que amas y aceptar la herida. No sé. La fase conducta es tuya. Nadie puede decirte lo que tienes que hacer. Tú decides.
LA VIDA ES UNA HIGUERA
Vuelvo a Silvia Plath. Y cierro el círculo y lo abro.
Dice ella:
«Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento. De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era E Ge, la extraordinaria editora, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesiones poco usuales, y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente. Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.»
Foto: Silvia Plath
Acuérdate: Sal y haz algo. Te ánimo a no mirar tanto la higuera. Ya la hemos visto.
Elige vivir.
Sal y haz algo.
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